Los escapadas lujuriosas
Hoy le escribo a Pamela y me deja en visto. Por eso no me explico cómo apenas hace unos años entre los dos habitaba un deseo carnal que nos llevaba a olvidarnos de la discreción.
Recuerdo que ese día algo había hecho clic, y los dos salimos del lugar calientes
Cursamos juntos la universidad, pero fue en el último semestre cuando por cuestiones escolares comencé a hablarle. Quiero precisar que siempre he confiado en una máxima: hazlas reír para que se olviden de que no les gustas tanto. Y sí, con ella apliqué esa estrategia.
Ya ganada su confianza, un viernes salí con ella y con los compañeros del salón a bailar. Tomamos y la pasamos bien. En ese tiempo no existía el Uber, por lo que el regreso a casa era por Metro. Recuerdo que ese día algo había hecho clic, y los dos salimos del lugar calientes. Pero entre ella y yo se interponían nuestros compañeros.
Algo me decía que iba a pasar algo
En el trayecto sentí unas ganas impresionantes de mear al igual que mis compañeros: todos éramos unos borrachazos. Como las ganas de orinar no son compatibles con la paciencia, alguien recordó que en la estación San Lázaro hay baños. Todos acordaron bajarse —incluso yo— y desviarse de la ruta. Pero Pamela dijo que ella no podía acompañarnos porque debía llegar a casa lo más pronto posible. Y así como tenía ganas de mear también tenía ganas de portarme como diablo, por lo que estoico apreté el esfínter y me dije: “me meo pero bien efecto”.
En cuanto se bajaron nuestros compañeros Pamela se comportó distinto. Me tocó la mano y cuando llegamos a la estación Garibaldi me apresuró para hacer el trasbordo a la otra línea. Su intención: aprovechar unos minutos la soledad de la estación para comenzarnos a besar y a tocarnos. Era de noche, así que ya poca gente iba hacia nuestra dirección.
Comenzamos a tocarnos, a besarnos, pero de esos besos que devoran la lengua del otro, que calientan
Llegó el convoy y nadie se subió en el vagón. Así que vino lo mejor: comenzó a mamármela con la misma lujuria con la que me estaba besando. Yo quería que el Metro no llegara nunca a la próxima estación, porque disfrutaba cada vez que su cabeza bajaba, hasta que terminé en su boca y ella no dejó ningún rastro.
Las puertas abrieron y nosotros ya estábamos en posición de niños bien, sentaditos y medio abrazados. Lo que vino después de ese encuentro fue de locura. La veía en el salón y entre clases le mandaba un mensaje: “¿me acompañas por un agua a la tienda?”. Y ella respondía escueta: “Sí”. Salía primero y la esperaba unos salones adelante. Caminábamos a la tienda más retirada de la universidad. Obvio hacía el ritual de comprar un agua, un dulce y caminábamos hasta las canchas y de pronto nos besábamos, nos tocábamos y nos hacíamos sexo oral.
De esos encuentros en la universidad que incluía encerrarnos en salones vacíos, pasamos a mandarnos fotos y videos
Pero faltaba lo principal: consumar todo ese deseo. Si han llegado hasta este punto de la historia, podrán pensar que fui un tonto por no pasar a más, pero olvidé contar que en esos momentos Pamela tenía novio, bueno, según lo que me dijo, ya estaban por terminar.
Poco a poco los encuentros quedaban cortos. En ese tiempo no vivía solo y no podía disponer de un lugar. ¿Y un hotel? No me latía la idea. Quería que fuera en un sitio que nos pusiera aún más calientes. El hotel es como decir: vamos a coger y eso no me despertaba el instinto.
En mi memoria tengo grabadas su tetas y todo lo que me hacía
Pasaron semanas, seguíamos con la misma intensidad. Hasta que mi familia me avisó que saldría el fin de semana a otro estado. Se me prendió la chispa y pensé: le voy a decir que le caiga para estudiar con la intención obvia de coger. Ella me dijo que sí, pero jamás llegó. Su novio se puso las pilas y volvieron. Entonces todo ese deseo se convirtió en indiferencia.
Salimos de la universidad, yo no fui al viaje que organizó toda la generación, comencé a trabajar y solo de vez en cuando le enviaba un mensaje para preguntar cómo estaba. Respondía con tardanza y ahora ya me deja en visto. En mi memoria tengo grabadas su tetas y todo lo que me hacía. Pero no me queda más que respetar. Solo que a veces me gustaría que su noviazgo fracasara. Nah, ya a otra cosa, mariposa.