Florecer en primavera: el arte shunga
Un vistazo a la historia del arte shunga, el estilo que representaba la sexualidad japonesa entre los siglos XVI y XIX.
Shunga, imagenes de primavera
Sin duda, una de las épocas del año donde más aflora el deseo sexual es durante la primavera. El placer visual que produce su exuberancia, la vitalidad de los colores o la intensidad de la luz, traen las formas más atractivas elevando la temperatura.
En Japón, esto es algo que está presente desde hace mucho tiempo. Entre los siglos XVI y XIX quedó plasmado en el arte llamado shunga, que literalmente significa «imágenes de primavera», otra forma de referirse a la sexualidad representada gráficamente.
Arte erótico
Las estampas eran impresas en xilografía; técnica de inscripción en madera tallada, que impregnada con tinta, transfiere una imagen en materiales como el papel o la tela. También se incorporaron otras técnicas sobre el grabado como la pintura o el dibujo, dando inicio a una variedad de temas inabarcables inspirados en los mitos, la literatura, la realidad de la época o la sexualidad.
Esta técnica permitió la reproducción en serie de las obras, principalmente como parte de álbumes o rollos de papel gigantes, facilitando su distribución. Uno de los máximos exponentes fue Katsushika Hokusai, autor de la famosa obra La gran ola de Kanagawa.
Mundo flotante
El shunga es parte de la tradición de los Ukiyo-e «estampas del mundo flotante», forma artística que prosperó durante el periodo Edo (1603-1867) en las ciudades de lo que hoy es Tokio, Osaka y Kioto.
Ukiyo «mundo flotante» hace referencia a una idea efímera de la existencia, donde la felicidad se realiza mediante un estilo de vida hedonista. Ese estilo se desarrolló principalmente en Yoshiwara, distrito considerado como ‘zona de tolerancia’ en Edo (Tokio), ciudad donde se ubicaban muchas de las casas de citas, casas de té y teatros kabuki, lugares en los que floreció gran parte del arte shunga.
En estos sitios un hombre con dinero podía disfrutar de una noche de música, baile, comida, bebida, espectáculo, una buena compañía y, con un poco de suerte, sexo. Las llamadas “cortesanas” eran sensibles y educadas, se formaban para el arte de la conversación y no siempre accedían a las peticiones sexuales de los clientes.
Desnudez al estilo japonés
El arte shunga casi siempre muestra a los protagonistas de la obra acompañados con ropa, atavío que indica el origen social de los personajes. Lo excitante no es la desnudez pornográfica de las imágenes, herencia y consumo actual en la cultura occidental, sino los elementos que componen al resto de la obra y le dan coherencia, como el contexto que los une o los tabús que se rompen tras el hecho.
Comúnmente se incorporan elementos presentes en la naturaleza como animales y plantas, que pueden llegar a ser partícipes del acto sexual. También se pueden retratar elementos presentes en la imaginación de los artistas, llevando al límite la fantasía a través de representaciones corporales desproporcionadas, posiciones imposibles de realizar, extrañas orgías con personajes de ficción o seres mitológicos, entre otros.
Culto a la sexualidad
Cada estampa es un culto a la sexualidad dentro de una escala de valores orientales. Las impresiones están llenas de simbolismos que suelen estar acompañados de referencias textuales, ayudando a comprender la imagen.
Algunas también son un medio discursivo que podría estar contando historias reales de la vida cotidiana, la caricaturización de la vida misma, acontecimientos con un trasfondo histórico y otro tipo de relaciones que ponen en cuestión la heteronormatividad, todo dentro de una noción de erotismo muy particular.
A través del shunga se celebra una noción del sexo que explora el disfrute de la sociedad japonesa que tiende a considerarse como conservadora pero que en algunos de sus estratos vivía la sexualidad con una actitud irreverente y desenfrenada.
Amuletos de protección
Muchas de estas obras funcionaban como amuletos, protección o compañía para todas las clases sociales, desde samuráis que los portaban en la lucha hasta las amas de casa que los colgaban para evitar los incendios.
Algunos se usaban debajo de las almohadas o como manuales sexuales para los menos instruidos. Es decir, durante cuatro siglos formaron parte de la cultura popular de los japoneses de las grandes urbes, que no era ajena a la tradición literaria donde se abordan temas relacionados con el amor y la sensualidad.
El gran clásico de la literatura nipona La Novela de Genji, relata, entre otras cosas, los asuntos carnales del Príncipe Genji y la corte imperial.
Encuentro con Occidente
Cuando los viajeros occidentales se encontraron con las estampas shunga en el siglo XIX, se escandalizaron al ver una sociedad que reproducía gráficamente y sin tapujos su sexualidad.
Con la apertura de Japón a Occidente en el periodo Meiji, comenzó la estigmatización. En 1907 el Código Penal prohibió la reproducción de material ‘obsceno’ y se confiscaron y destruyeron miles de láminas. A menudo los artistas ocultaban sus firmas entre las obras o se producían en secreto.
Temas como la desnudez o la homosexualidad se volvieron un tabú. Aunque hoy en día las «imágenes de primavera» tienen un gran valor comercial, la verdadera influencia del shunga la encontramos en el redescubrimiento de la sexualidad que se expresa en el arte actual.